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jueves, 29 de septiembre de 2011

Con Al Capone, Hitler y Atila es más fácil. Por Orlando Barone

Se sabe que el arte de todos los tiempos ha contado la historia de todos los villanos. Pero una vez que el villano no puede hacer daño a nadie. Si Mike Amigorena no sabe esto: lo intuye. Porque Héctor Magnetto está vivo y colea y el final está aún abierto. Amigorena puede hacer de Hamlet, y según la crítica lo hace con talento; pero para hacer hoy del oculto titiritero mediático, retratándolo en delitos de chantage, tortura y despojo, se requieren otros dones espirituales e ideológicos. Y ningún actor está obligado a tenerlos y menos a forzarlos. Amigorena debe haberse dado cuenta –lo que es indicio de salvador instinto- de que si a un actor le encomiendan personificar a un puntero suburbano grasa y corrupto le será fácil y sin riesgos. Temerario sería interpretar a Bin Laden aunque esté muerto. Porque podría tener recursos de vendetta post mortem. Y nunca se sabe.
Cuando Orson Welles en 1941 interpretó al temible magnate periodístico William Randolph Hearst, el personaje real estaba en decadencia y su imperio en el ocaso. Ya había sido desactivado y era inocuo. Y cuando Paul Muni en la primera versión de la película “Scarface”, en 1932, se puso en la piel diabólica de Al Capone, este ya estaba en cana y listo para ser clausurado como convicto. Con el paso del tiempo retratar en el arte al “Padrino” fue y es tan manso como retratar a Peter Pan o al descubridor de la vacuna contra la poliomielitis. Porque “Don Corleone” expandió su bonomía y le da nombre a pizzerías y cantinas, y no sé si a algún lujoso complejo de turismo al estilo de Sicilia.
CONTINÚA: http://orlandobarone.blogspot.com/2011/09/con-al-capone-hitler-y-atila-es-mas.html

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