Una sociedad es más democrática cuando logra no sólo mejorar la calidad de sus instituciones sino, también, cuando alcanza un equilibrio entre sus estructuras republicanas y la distribución más equitativa de los bienes materiales y simbólicos que se producen. Esforzarse por ampliar las libertades públicas es correlativo a romper el cerco de la desigualdad que viene asfixiando a nuestra sociedad desde hace varias décadas. Una desigualdad que asume una doble perspectiva: la que se expresa en la concentración en pocas manos de la riqueza material y aquella otra forma exponencial de la desigualdad que se manifiesta en la concentración monopólica de la circulación de las palabras y las imágenes.
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